«El hombre que vendió su piel»: Un Occidente mefistofélico
El hombre que vendió su piel es la segunda película de la directora Kaouther Ben Hania. La película estuvo nominada en los Premios Oscar 2021 en la categoría de Mejor Película Extranjera. Ahora, gracias a Surtsey Films la cinta será estrenada en los cines españoles el próximo 8 de abril.
Los refugiados sirios
Gracias a un interesante título la directora tunecina consigue llamar rápidamente la atención del espectador ante una historia firme. La escena inicial es la fuerza que impulsa el resto de la trama, y a decir verdad desde el comienzo se nos deja ver que esa relación va a estar tambaleándose durante el desarrollo de la historia. La directora lo expresa audazmente sacando la cámara del vagón para mostrar como este no para de tambalearse como si de una barca golpeada por las olas del mar se tratara.
El hombre que vendió su piel plantea desde el comienzo una reflexión del drama de los refugiados sirios y una crítica al mundo occidental por su forma de sacar beneficio de una situación de urgencia humanitaria. Por un lado, expone duramente una actitud mefistofélica como es la de aprovecharse de un ser humano que no tiene a donde ir para sacar beneficio propio comprándole la piel al protagonista. Sabemos que siempre de los desastres humanitarios hay que gente que tratar de lograr beneficio propio, y este es uno de los casos. Asimismo, plantea la deshumanización de las personas, que a veces siendo tratados como meras mercancías logran tener más derechos de los que tenían anteriormente.
Aunque son dos temas de los que reflexiona y la directora ha sabido crear la metáfora con inteligencia, hay un tercero que también llama la atención y que nos vuelve a involucrar a la sociedad occidental. Este es el ejercicio casi voyerista que muchos hacemos antes las injusticias, simplemente mirando como suceden e incluso participando indirectamente en que sigan ocurriendo. Estos serían aquellos visitantes que se detienen a mirar al protagonista como un simple objeto adorándolo como obra de arte y colaborando en su deshumanización.
Una película rica en significado
Lo que consigue Kaouther Ben Hania con El hombre que vendió su piel es un relato de escenas de cruda inmoralidad que provoca que el espectador se revise a sí mismo. Hay una violencia no implícita en muchas de sus escenas, pero no por ello duelen menos. Por ejemplo, es magníficamente potente la manera en la que el hombre es sometido a subasta como si fuera algo normal. Sin embargo, la situación subliminalmente realiza un paralelismo a una compra y venta de esclavos. Una escena realmente terrorífica, pero que marca uno de los puntos de inflexión y quizás el límite de nuestro protagonista.
Dejando a un lado la disección del guion, otro de los puntos fuertes de la cinta es su puesta en escena. Kaouther Ben Hania demuestra que ha sabido controlar los espacios a su gusto para seguir creando significados subliminales. Muchas escenas hablan en una dirección, pero visualmente lo hacen en otra. Sin embargo, la meticulosidad en algunas escenas contrasta directamente con algunas que no están tan cuidadas, creando una sensación extraña.
Por otro lado, la cámara busca la humanización del espectador, tratando el tema con cercanía y colocándose en el ángulo donde más se acentúe la violencia y el significado de la escena. Buscando así la humanización de un espectador cada vez más deshumanizado, acostumbrado cada vez más a las injusticias y cada vez más pasivo ante ellas.
El trabajo interpretativo
Lamentablemente, El hombre que vendió su piel podría ser realmente buena si de sus interpretaciones se hubiera logrado lo mejor. Sin embargo, pasan realmente desapercibidas, a veces incluso siendo algo frías a la hora de transmitir. Nunca parecen llegar a su culmen, lo que perjudica al resultado final de la cinta. Creo que la historia construida es realmente rica en cuanto al tema a tratar y respecto a su forma. No obstante, siento que al final los actores no la acaban acompañando y dan lugar a interpretaciones poco vibrantes respecto a un tema y un planteamiento que es todo lo contrario.
Conclusión de ‘El hombre que vendió su piel’
El hombre que vendió su piel es un ejercicio provocativo para el espectador que se ve obligado a realizar un ejercicio de introspección. Kaouther Ben Hania demuestra valentía y audacia al escribir un guion con fuerza propia y verdaderamente humano, en lo que es un grito a una sociedad cada vez más deshumanizada y deshumanizadora.
Colocar las injusticias en la mesa realizando una crítica con una metáfora tan expresiva hace que sea una película que merezca la pena ver. Necesaria en los tiempos que vivimos.
Fuente: Javier Atienza, de Cinemagavia.