Justicia artificial propone y explora un debate que puede sonar lejano pero no lo es tanto: ¿y si una inteligencia artificial se encargara de la justicia? Los defensores de esta posición argumentan que la IA podría mejorar la eficiencia del sistema, emitiendo fallos más rápidos y potencialmente eliminando prejuicios humanos, lo que contribuiría a un trato más equitativo de los casos. Además, al basarse en enormes cantidades de datos, una IA podría ofrecer consistencia en la aplicación de la ley, reduciendo las disparidades entre sentencias para casos similares. Para sus detractores, sin embargo, existen preocupaciones importantes sobre la capacidad de una máquina para comprender y aplicar principios éticos y morales en situaciones complejas y únicas, donde la empatía y la discreción judicial son esenciales. Además, la falta de transparencia en los algoritmos y la posibilidad de errores o sesgos en los datos utilizados por la IA podrían socavar la confianza pública en el sistema judicial, afectando la legitimidad de las decisiones emitidas por una entidad no humana. Justicia artificial encarna todos estos puntos de vista y más, sopesando una cuestión que puede llegar a la opinión pública muy pronto.