«París, Distrito 13»: El sueño roto, un deseo incontrolado y una azotea parisina

París, Distrito 13 es la nueva película del director francés Jacques Audiard. Presentada en la sección oficial de Cannes y con 5 nominaciones en los premios César, narra los entresijos de 3 vidas por las calles de París, donde la poética se hace con el papel protagonista.

París, Distrito 13

Sinopsis

París, distrito 13. Émilie conoce a Camille, que se siente atraído por Nora, que, a vez, se cruza en el camino de Amber. Tres chicas y un chico. Son amigos, a veces amantes y, a menudo, las dos cosas. (Avalon Distribución Audiovisual)

El placer de escuchar

La ciudad del amor, la ciudad de las luces o como sea que la conozcas, vuelve a presentarse como testigo de la vida de una historia romántica. O así es como muchos pueden entender la historia, cuando en realidad, va mucho más allá. París, Distrito 13 va de amor, sí, pero también de fracaso y error, de encontrar un sitio, de compartir una vida, de superponer los cimientos de tu propia historia.

Y es que no hay mejor manera de contar esta historia que a través de las palabras. Jacques Audiard lo sabe muy bien, apuesta toda su magia en el guion, más concretamente en el diálogo, un diálogo fluido, embaucador y absorbente. Consigue desplazarnos al mismo restaurante donde Émilie (Lucie Zhang) y Camille (Makita samba) pasan las horas hablando sobre las cosas más banales del mundo, pero que se traduce como si no importase nada más.

Sin apenas esfuerzo nos lleva donde quiere únicamente a través de una conversación, construida con primeros planos y contraplanos, durante varios minutos. Pero que no haya confusión, todo en ello es rítmico y dinámico. No hay tiempo para la redundancia ni el aburrimiento.

París, Distrito 13

La imperfección es el mejor aliado

Se podría decir que París, Distrito 13 también trata de encontrar a la persona correcta que esté a tu lado. Al salir de la sala de cine, añoramos esa vida que no nos importaría tener, cuando en realidad no hay nada embaucador en ello, solo que Jacques Audiard engaña para que así se crea. Produce una sensación que no podría lograrse sin unos personajes complejos y muy bien definidos como lo son Émilie, Camille y Nora. Se construyen a través de sus palabras, dejando ver sus errores e imperfecciones, adquiriendo una personalidad realista con la que nosotros, los espectadores, no nos podemos sentir más identificados.

Esta historia se embauca en unos personajes que solo con aparecer en pantalla ya nos parece que conocemos de hace tiempo. Además de contar con unas interpretaciones carismáticas y expresivas; especial mención a Lucie Zhang, en el papel de la imperfecta Émilie. 

Les Olympiades

Evoca su melancolía

París, Distrito 13 también sobresale por sus aspectos más modernos. La banda sonora le aporta dinamismo y variedad, reforzando así la idea de actualidad. Donde unos protagonistas treintañeros pragmáticos que no quieren estar donde están, pero tampoco saben a donde quieren ir. Los sueños se han roto y parece que no importa. Y aún así, nos sentimos atraídos hacia su magia.

Esta película francesa posee muchas capas. Todo a su alrededor se romantiza. La juventud, las azoteas parisinas, incluso su propio trabajo fotográfico. Y es que el blanco y negro no sólo simboliza esa dualidad centrada en los intereses amorosos, sino que evoca al recuerdo, la nostalgia y por consiguiente, tendemos a romantizar su visión. Un blanco y negro que tapa la historia pesimista que se nos está contando, endulza el dolor y lo hace deseable.

Es posible que París, Distrito 13 podría haber explorado más esa ciudad donde la vida se pausa mientras paseas por la orilla del Sena. Pero la historia no va de ella, sino de ellos. Así, la dirección plasma sus cuerpos, sus miradas, sus palabras y los rodea de una atmósfera clásica.

París, Distrito 13

Conclusión de ‘París, Distrito 13’

París, Distrito 13 dulcifica la visión pesimista que reside en los ojos de quién se atreve a encontrar su lugar. Un París testigo de los caminos de quién la pasea, nos hace rememorar aquello que Woody Allen podía provocarnos en su visión más clásica.

Pretendiendo ser realista, pero dándonos el placer de sentir esa magia que seguro que el espectador querrá volver a sentir.

 

Fuente: Jimena Boiza, de Cinemagavia.